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miércoles, 19 de junio de 2013

Cuando papá y mamá no viven juntos

Miércoles, 19 de Junio, 2013
Por NICOLÁS PARRILLA
De lunes a viernes con uno, los fines de semana con el otro, los hijos de padres separados reparten su tiempo para estar siempre con sus papás.
“Desde que tengo conciencia que en mi casa vivimos mi mamá, mi hermana y yo. Mi papá es un señor que vive en la casa de mi abuela”, recuerda Sebastián Pereyra, soltero, de 24 años y estudiante de ingeniería en la Universidad de Buenos Aires. E hijo de padres separados. Mario y Lucía se divorciaron antes de que Sebastián cumpliera dos años, después de un matrimonio de doce años, que también había gestado a Laura, su hermana mayor, de siete años en ese momento.“Lo primero que recuerdo de mi infancia son mis cumpleaños; siempre los celebraba en la casa de mi abuela paterna, Ofelia. Mi recuerdo era que me llevaban a mi cumpleaños a otra casa que no era la mía, y ahí me estaba esperando mi papá”, cuenta. Cuando Sebastián empezó a preguntar por qué no estaban los cuatro juntos en una comida, o mirando la televisión, Lucía le ocultaba la verdad, y le decía que su padre estaba trabajando o de viaje. Fue su hermana quien le contó por primera vez que su papá no vivía en su casa.
“Cuando mi mamá me explicó todo, empecé a entender un poco más. Cuando se separaron, mi papá se fue a vivir a lo de mi abuela, a unas 30 cuadras de nuestra casa de Lomas de Zamora”. Una vez en la escuela primaria, Sebastián se dio cuenta de que compartía su situación parental con varios de sus compañeros. “En mi grado éramos más de diez los chicos con padres separados. Incluso nos hicimos más amigos entre varios de nosotros a causa de este punto en común”, recuerda.
De lunes a viernes, en casa con mamá. Los sábados y domingos, y algún feriado, con papá. Las Fiestas, vacaciones o cumpleaños, se negocian. El esquema, bastante similar en los casos de hijos que tienen padres divorciados, como Sebastián y su hermana, puede ser un dolor de cabeza en la crianza de los chicos, a menos que se le vea el lado positivo. “Al principio me molestaba que en la escuela me cargaran o me dejaran de lado por lo de mis padres, pero después me di cuenta de que yo tenía una ventaja grande sobre mis otros compañeros: cuando era mi cumpleaños, yo recibía dos regalos grandes, el de mi papá y el de mi mamá; y ellos uno solo”, recuerda Sebastián con una sonrisa. Cuando cumplió quince años fue la envidia de muchos de sus amigos: Mario le regaló una bicicleta nueva y Lucía una consola de video juegos.
Sin embargo, lo que para Sebastián terminó siendo normal, y una característica que compartía con otros compañeros de grado, no había sido tan fácil para Facundo Portela, que sufrió la separación de sus padres, Haydé y Ricardo, cuando tenía siete años, en 1981. “Mis papás se separaron, pero en realidad llevaban muchos años peleados, sin relación entre ellos. Hasta que un día, mi mamá y yo nos fuimos a vivir a un departamento en Palermo, y mi papá se quedó en la casa donde estábamos, en Parque Chacabuco. Un par de años después, cuando se promulgó la ley, fueron unas de las primeras parejas en divorciarse legalmente”, recuerda Facundo.
Luego de la separación, Facundo pasó varios años sin ver a Ricardo, porque su mamá se lo impedía. Una vez divorciados, la relación entre ellos mejoró un poco, y Facundo empezó a frecuentar la casa de su padre, que con el tiempo volvió a formar otra familia. “No recuerdo haber tenido ningún compañero de escuela o amigo que también tuviera padres separados. Era el ‘chico raro’ de todos los grados donde estuve”, asegura Facundo, a quién le daba vergüenza explicarle a sus compañeros por qué había ocasiones en que salía de la escuela y se dirigía para un lado de la ciudad, y en otros días, iba para el lado contrario. Con el correr de los años, Facundo se acostumbró a eso de tener dos casas y dos familias, pero un solo papá y una sola mamá. “Mis dos padres volvieron a formar su pareja después del divorcio, pero para mí no fue lo mismo. Nunca le pude decir ‘papá’ o ‘mamá’ a sus nuevas parejas, más allá de tener una excelente relación con los dos”.
En pocos meses, Facundo sabrá lo que se siente ser papá: Ariana, su mujer, está embarazada de Brisa, que nacerá en agosto. “Obvio que nunca se sabe lo que puede llegar a pasar en un futuro, pero si me tuviera que divorciar de mi mujer, creo que para mi hija no va a ser tan difícil superarlo como fue para mí”, afirma. “Además, viva donde viva, siempre me voy a asegurar de que no le falte nada”.
Lea la nota central de esta entrega: Divorciado, pero siempre junto a mi hijo. Por Fernando de la Orden
http://www.clarin.com/mundos_intimos/papa-mama-viven-juntos_0_939506348.html

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