Martes, 26 de Julio, 2011
Tohuami Hamdaoui es el primer recluso común que fallece en España a causa de un ayuno voluntario, a pesar de que tenía alimentación forzosa desde el pasado mes de marzo.
Tohuami Hamdaoui, de 41 años, no ha conseguido su propósito de que revisaran su sentencia pero sí el de acabar con su vida dejando que su cuerpo se consumiese. El recluso de la cárcel de Teruel falleció ayer en el hospital Obispo Polanco tras haber permanecido cinco meses en huelga de hambre. El hombre, que había nacido el 1 de mayo de 1970 en Tamime (Marruecos), se ha convertido de esta manera en el primer preso común que muere en España a causa de un ayuno voluntario.
Tohuami Hamdaoui pretendía con su protesta que los tribunales revisasen la sentencia emitida por la Audiencia Provincial de Alicante en febrero de 2003. En ella se le condenaba a trece años de cárcel por la violación de una menor y a tres más por robarle un teléfono móvil, una diadema de plata y cinco euros. El interno se declaró inocente de estos hechos y aseguraba que se trataba de un error judicial, pero nadie aportó pruebas nuevas que sirvieran para reabrir su caso.
El inmigrante había llegado al centro penitenciario de Teruel hacía un año. Su comportamiento fue normal hasta que hace cinco meses decidió ponerse en huelga de hambre. Desde el primer momento mostró una gran determinación en llevar el ayuno hasta sus últimas consecuencias.
El equipo de tratamiento del propio centro penitenciario -formado por un psiquiatra, un trabajador social y un jurista, entre otros- trató de disuadirle y que desistiera de su actitud, pero no lo consiguió.
Conforme pasaron los días su salud fue empeorando y la dirección de la prisión decidió solicitar una orden judicial para poder alimentarlo de forma forzosa, lo que se estaba haciendo desde el mes de marzo. Aún así, en cuanto podía se arrancaba las sondas por las que le proporcionaban el alimento y la hidratación y se negaba a que se las pusieran.
Tohuami Hamdaoui pretendía con su protesta que los tribunales revisasen la sentencia emitida por la Audiencia Provincial de Alicante en febrero de 2003. En ella se le condenaba a trece años de cárcel por la violación de una menor y a tres más por robarle un teléfono móvil, una diadema de plata y cinco euros. El interno se declaró inocente de estos hechos y aseguraba que se trataba de un error judicial, pero nadie aportó pruebas nuevas que sirvieran para reabrir su caso.
El inmigrante había llegado al centro penitenciario de Teruel hacía un año. Su comportamiento fue normal hasta que hace cinco meses decidió ponerse en huelga de hambre. Desde el primer momento mostró una gran determinación en llevar el ayuno hasta sus últimas consecuencias.
El equipo de tratamiento del propio centro penitenciario -formado por un psiquiatra, un trabajador social y un jurista, entre otros- trató de disuadirle y que desistiera de su actitud, pero no lo consiguió.
Conforme pasaron los días su salud fue empeorando y la dirección de la prisión decidió solicitar una orden judicial para poder alimentarlo de forma forzosa, lo que se estaba haciendo desde el mes de marzo. Aún así, en cuanto podía se arrancaba las sondas por las que le proporcionaban el alimento y la hidratación y se negaba a que se las pusieran.
Los apoyos no sirvieron
Desde Instituciones Penitenciarias también se hizo lo posible por buscarle apoyos que le hicieran cambiar de actitud y, como no tenía familia en España, llamaron a uno hermano, residente en Marruecos, para que se desplazara hasta Teruel y hablara con él. También fue visitado por personal diplomático marroquí, así como por voluntarios laicos y religiosos que colaboran con la prisión turolense. Pero todos los esfuerzos fueron en vano y no lograron mover un ápice su voluntad.
El pasado 7 de julio fue trasladado al hospital Miguel Servet de Zaragoza, donde fue visitado por un médico forense que certificó que su estado era crítico y que sus órganos, aunque lograra recuperarse, tenían ya daños irreversibles. Durante esos días ya alternaba periodos de consciencia con otros de inconsciencia. Tras realizarle pruebas médicas, fue llevado de nuevo a Teruel.
La sentencia que lo condenó a 16 años de prisión consideró probados los hechos y los fundamentó especialmente en el reconocimiento que la víctima hizo del agresor -tenía 13 años cuando fue violada y 18 cuando se celebró el juicio-. También dio importancia al testimonio de una mujer, que vio a Tohuami Hamdaoui en la zona donde ocurrieron los hechos, y al de un amigo del acusado que negó que hubiera estado con él durante el periodo de tiempo en que se cometió la violación.
Sin embargo, es llamativo que los jueces consideraran «irrelevante» la única prueba biológica de la causa: un resto de semen que se recogió en la cazadora de la víctima y que no correspondía con el ADN de Hamdaoui.
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