29/08/2010
Dácil Mujica Santana.
Traductora. Hija de padres separados.
Aunque sea tirarme piedras contra mi propio tejado, debo reconocer que ciertamente las mujeres podemos llegar a ser bastante contradictorias, y de ejemplo, un botón: hace unos años, o incluso ahora cuando viven en pareja, suelen quejarse de que los hombres no se involucran lo suficiente con los niños; y, en cambio, cuando se separan hacen lo que sea para que el padre de la criatura prácticamente no pueda ni verle.
No es justo. Y la justicia tampoco es justa. Es cierto que en el pasado la mujer estaba relegada, políticamente, a un rol denigrante en el que se le ignoraban sus derechos. Pero el tiempo se impone y la realidad cambia. Ahora, no sé si como un intento de compensar aquello, hemos pasado al extremo contrario: la mujer goza de unas ventajas y prebendas sobre el hombre, especialmente en materia de custodias, que me parece tremendamente injusto. Los hombres pueden ser excelentes padres, y lo hombres sienten y sufren igual que nosotras: no puedes simplemente alejarlos de sus hijos porque es como amputarles un trozo de su alegría, otro de su corazón y otro de su alma, es una mutilación, una tortura; y que yo sepa eso es violencia, violencia de género: por el simple hecho de ser hombre se les maltrata. Y se supone que la violencia está perseguida por la ley. Muy bien, pues aquí la persecución sólo tiene una dirección: detrás de los padres.
Quiero creer que los cambios sociales que ha habido en los último años, que han llegado de la mano del gobierno actual, sigan aumentando y que un cambio con respecto a la ley, el funcionamiento y la aplicación de ésta sea el siguiente gran cambio del que disfrutemos. Me parece absurdo, demagogia barata, cortina de humo incluso si quieren, el hecho de que las feministas radicales pretendan cambiar nuestra lengua -a pesar de que ya se ha explicado hasta la saciedad que sexo y género no es lo mismo- y que no les importe que los hombres estén viviendo esta situación. Si pensar en el sufrimiento de sus ex casi les produce alegría, entonces piensen en sus hermanos, sus primos, sus mejores amigos o, incluso, en sus hijos varones cuando sean padres y tengan la desgracia de además de pasar por un divorcio y asumir que su matrimonio o relación se ha ido al traste, que a partir de ese momento ver a su hijo será toda una odisea, una misión imposible. ¿Querrían que sus seres queridos varones tuvieran que pasar por esto? ¿les parecería justo que, por el simple hecho de que el amor entre los progenitores se haya acabado la relación, que tanto padres como hijos tengan que sufrir de esta manera? Yo sinceramente creo que el sufrimiento absurdo, sin razón y evitable es una de las crueldades mayores de este mundo. Y creo también que quien infringe ese dolor en otras personas a sabiendas, con conocimiento de causa, premeditación y alevosía deberían ser castigadas con toda la firmeza, dureza y crudeza que fuera necesaria.
Para las mujeres, nuestros padres son nuestros héroes, nuestros ídolos, de hecho casi al buscar pareja inconscientemente estamos buscando a un hombre que se parezca a nuestro padre, pues es una figura masculina a la que queremos y respetamos. ¿cómo es entonces que somos capaces de separar a nuestros hijos e hijas de sus padres? Aunque sea tirarme piedras contra mi propio tejado, debo reconocer que ciertamente las mujeres podemos llegar a ser bastante contradictorias.
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