28 de Octubre, 2011
Leo en el periódico el caso de la viuda del heredero del imperio Gucci. Cumple condena por haber mandado matar a su marido al no estar de acuerdo con el arreglo de divorcio propuesto por el finado y sus abogados. Reconozco que se trata de un caso extremo, pero cada vez que abro una revista o escucho una tertulia del cuore el tema salta aquí y allá. Cuando pienso en el divorcio de Arnold Schwarzenegger y Maria Shriver pienso en el entusiasmo que sentí cuando mi ídolo del deporte unía fuerzas con el clan Kennedy; pienso en la traición y la deslealtad, pero no se me ocurre ponerme a hacer números para determinar 'cuánto' merece la esposa de la fortuna del marido.
Cada vez que hay algún divorcio sonado en las páginas de sociedad se hace un ranking de eso que llaman los divorcios del siglo : Michael Douglas vs Diandra Luker, Paul McCartney vs Heather Mills, el Aga Khan vs la Begum Inaara , Steven Spielberg vs Amy Irving, el matrimonio Ortega con su imperio Zara o los Albertos y sus exseñoras, más de andar por casa. ¿Cuál es el fundamento por el que una persona tiene que compartir su fortuna con la pareja más allá del placer y no del deber? Dejemos a un lado las capitulaciones y el régimen de gananciales. De una forma teórica, moral, ética, cada pareja debería convivir bajo el paraguas de una separación de bienes. Lo mío es tuyo, si quiero. Pero cuando todo se acabe, lo mío es mío, faltaría más.
Imagino que habrá un millón de razones por las que ese supuesto es revisable y creo que las hemos visto todas en la realidad y la ficción. Está la mujer que nunca ha trabajado fuera de casa, sin su dedicación desinteresada para criar a los hijos y ocuparse de lo doméstico no hubiera sido posible que su marido cumpliera con su trabajo. En caso de divorcio se ve en la calle, sin currículum, sin experiencia. Otras sacrifican sus estudios para ayudar a pagar los de su pareja y esperan que en algún momento su esfuerzo se vea recompensado, pero el divorcio lo distorsiona todo y se encuentra sin haber podido recuperar su inversión. Está la que es un socio en la sombra, una partenaire que ofrece sus consejos, su sabiduría y su tiempo a los proyectos laborales o empresariales del marido y, lógicamente, quiere su parte cuando hay que repartir. Pero también está la que tiene su trabajo, su independencia económica y su proyecto de vida más allá de la pareja. Entiendo que no tiene sentido que esta reclame nada al compañero, aquí pan y después gloria.
Linda McCartney podría haber justificado que la fortuna del Beatle guardaba relación con sus cuidados, sus consejos, su presencia. Pero, ¿Heather Mills? Llegó en la madurez (por ser amable) del músico, con una carrera cimentada… y se marchó con una fortuna. Eso sí, fue lo bastante lista como para quedarse embarazada y poder así pedir pensión alimenticia de millones de dólares.
Seguro que a nuestro lado hay casos que sin barajar cifras astronómicas, nos parecen igual de injustos, tanto la aprovechada de turno que se ve mantenida de por vida por una hábil estrategia, como la señora abandonada a su suerte tras años de darlo todo por un hombre. Ni lo uno, ni lo otro, no hay nada como tener independencia económica para no mezclar lo material con las cosas del amor.
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/ellas/2011/10/28/el-divorcio-del-siglo.html?mid=5148
No hay comentarios:
Publicar un comentario