¿Para qué casarnos? Si estamos bien así…Íngrid Aguirre, de 31 años, y Andrés Crespo, de 41, llevan una década de noviazgo y casi cuatro años viviendo juntos. Comparten los gastos de servicios básicos y alimentación; el resto corre por cuenta de cada uno. A pesar de que Íngrid está enamorada y dice que no suele ser pesimista, se pregunta: “¿Y si me canso? ¿Y si no nos va bien? No pasa nada porque yo me mantengo y si el día de mañana tengo un problema lo puedo solucionar sola”. Cree, además, que el divorcio es un trámite que se puede evitar.
La psicóloga Daniela Negrete afirma que al igual que Íngrid, muchas personas dejaron de creer en el matrimonio porque consideran que un papel no es una garantía que une a la pareja. Esta postura también la comparte Rafael Avilés, de 32 años. Lleva cuatro años viviendo con su novia y aún no tiene planes de casarse. “En lo que a mí respecta estoy casado, no necesito ningún otro trámite, me parece que es algo en el corazón y no necesito un papel que lo certifique”. Para él, su meta nunca ha sido el matrimonio sino compartir la vida con la persona que ama.
Natalia Sierra, socióloga de la PUCE, explica que desde hace algunos años tanto la Iglesia como el Estado entraron en crisis. Los resultados del último Censo de Población 2010 del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) reflejan la disminución de matrimonios y el aumento de divorcios y separaciones.
Sierra afirma que para los jóvenes ambas instituciones perdieron credibilidad por eso no ven la necesidad de rendirles cuentas a terceros sobre sus decisiones personales. “Las generaciones de ahora creen que es suficiente que ellos legitimen sus uniones”. Y recalca que sus paradigmas ya no asocian al matrimonio como una unión para toda la vida.
Los jóvenes piensan: ‘si no voy a durar para siempre, para qué complicarme con los trámites de un casamiento y luego de un divorcio’. Por ejemplo, Eduardo Valdés, de 31, convivió dos años y medio con su enamorada. Luego de terminar su relación, continuó viviendo solo y hoy afirma que no descarta la idea de que su actual pareja se mude con él.
Negrete recalca que no se pueden generalizar las razones por las que las parejas eligen convivir y no casarse. Dice que cada uno arma su criterio frente a la unión libre y el divorcio. Factores como la historia familiar y relaciones de anteriores influyen en el momento de decidir el estatus que se quiera tener con la nueva pareja.
Íngrid es hija de padres divorciados, pero no cree que eso determine su posición frente al matrimonio. Sobre esto, Negrete afirma que si existiesen antecedentes familiares y personales de separaciones o divorcios, la persona puede tomar dos posturas: miedo al compromiso o, de lo contrario, tomar una actitud de confianza y creer en las segundas oportunidades.
Otro factor frecuente, anota la máster en terapia familiar Teresa Baquerizo, es que muchos no están completamente conscientes de lo que implica la convivencia. Dice que en numerosas ocasiones, incluso, se juntan cuando todavía no ha pasado ese momento de ilusión. Como se conocen muy poco, con la convivencia se corre el riesgo de que la relación acabe más rápido porque descubren aspectos íntimos que no les agrada de su pareja.
Christian Cordero, de 26 años, solo llevaba cuatro meses de noviazgo cuando comenzó a vivir con su enamorada. Cuenta que disfrutó mucho el compartir pero que poco a poco se fueron asfixiando porque perdieron los espacios individuales de cada uno. Baquerizo añade que ahora están menos dispuestos a sacrificarse por el otro, es decir, hay una tendencia al individualismo.
Esta tendencia precisamente se evidencia en el censo del INEC, que revela un crecimiento del 74,4% de hogares unipersonales, entre el 2001 y 2010. La socióloga Sierra afirma que la sociedad actual coloca al individuo como eje del desarrollo. La capacitación, competencia, el desarrollo personal ligado a la posibilidad productiva se convirtieron en las prioridades de los jóvenes. “Vivimos en la época del hedonismo, una época en la que el individuo es autocomplaciente en la posibilidad de su consumo individual”. Por eso cualquier compromiso significa una traba para su desarrollo. Las expectativas cambiaron, ya no son casarse y tener hijos sino enfocarse en los logros profesionales. Los medios también influencian para acentuar el concepto del éxito individual.
Ahora, hombres y mujeres eligen su espacio para tomar sus propias decisiones sin que nadie más interfiera. Esta tendencia de mudarse solo, sin embargo, está estrechamente ligada a los procesos económicos y al poder adquisitivo de cada persona, por eso Sierra afirma que se produce en los niveles socioeconómicos medio, medio-alto y alto.
Christian es guayaquileño pero vive en Quito desde hace dos años. Llegó por una oferta de trabajo temporal y luego decidió quedarse porque disfrutaba de su espacio propio. “Me encanta tener mi soledad, mi independencia, mi lugar con toque propio”. Confiesa que si regresaría a su ciudad, no volvería a vivir con su mamá sino que se mudaría solo. La terapista familiar Berta Farah explica que muchos padres no respetan la individualidad de sus hijos y no reconocen que ya tienen un criterio para manejar su vida. Con ella coincide Negrete, quien dice que ahora se van de casa para “liberarse” de sus padres.
Aunque Íngrid no vive sola sino con su enamorado, afirma que se considera independiente. Es la primera vez que vive con un novio pero confiesa que siempre había creído que es necesario convivir antes de tomar una decisión como la del matrimonio.
Puntos de vista
Fernando Rivera, 50 años casado
‘Se dejó de luchar para resolver los problemas’
Para que exista un matrimonio, lo principal es estar enamorado. Si uno se une por amor entonces le irá mejor pero si no se toma las cosas en
serio, le irá mal. Antes se divorciaban menos porque la mujer no estudiaba ni trabajaba y si se divorciaba no sabía qué hacer sola.
Además, una divorciada era mal vista. Ahora la mujer es más independiente por eso si algo va mal, solo se divorcian. Entonces buscar algo sólido y luchar hasta las últimas consecuencias ya no es una meta como antes.
Antes todo no era color de rosa pero uno sorteaba la circunstancia con el amor. Se perdonaban las cosas mutuamente, se buscaban soluciones a los problemas. Ahora pienso que no es así. La cosa se toma muy a la ligera.
Lellany Coll, sexóloga
‘Los roles de la mujer ya no son pasivos’
Las diferencias de roles de género cada vez son más marcadas. Antes el hombre era el que traía la comida a la casa y la mujer la que se encargaba del hogar. Esto se ha movido recientemente en Latinoamérica. La mujer ha dejado de ser el objeto dependiente manipulado en la relación de pareja.
Cada vez necesita menos de la relación dependiente, puede vivir sola y si quiere se une con un hombre pero no necesariamente que sea algo formal. Si no le conviene no hay problema porque se puede separar, ya no depende de él. Se siente mucho más libre con el control de su vida. Es un cambio positivo porque tiene más control, decide cómo quiere vivir su sexualidad.
http://www.elcomercio.com/sociedad/ecuatorianos-eligen-vivir-solos-casarse_0_564543597.html
La psicóloga Daniela Negrete afirma que al igual que Íngrid, muchas personas dejaron de creer en el matrimonio porque consideran que un papel no es una garantía que une a la pareja. Esta postura también la comparte Rafael Avilés, de 32 años. Lleva cuatro años viviendo con su novia y aún no tiene planes de casarse. “En lo que a mí respecta estoy casado, no necesito ningún otro trámite, me parece que es algo en el corazón y no necesito un papel que lo certifique”. Para él, su meta nunca ha sido el matrimonio sino compartir la vida con la persona que ama.
Natalia Sierra, socióloga de la PUCE, explica que desde hace algunos años tanto la Iglesia como el Estado entraron en crisis. Los resultados del último Censo de Población 2010 del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) reflejan la disminución de matrimonios y el aumento de divorcios y separaciones.
Sierra afirma que para los jóvenes ambas instituciones perdieron credibilidad por eso no ven la necesidad de rendirles cuentas a terceros sobre sus decisiones personales. “Las generaciones de ahora creen que es suficiente que ellos legitimen sus uniones”. Y recalca que sus paradigmas ya no asocian al matrimonio como una unión para toda la vida.
Los jóvenes piensan: ‘si no voy a durar para siempre, para qué complicarme con los trámites de un casamiento y luego de un divorcio’. Por ejemplo, Eduardo Valdés, de 31, convivió dos años y medio con su enamorada. Luego de terminar su relación, continuó viviendo solo y hoy afirma que no descarta la idea de que su actual pareja se mude con él.
Negrete recalca que no se pueden generalizar las razones por las que las parejas eligen convivir y no casarse. Dice que cada uno arma su criterio frente a la unión libre y el divorcio. Factores como la historia familiar y relaciones de anteriores influyen en el momento de decidir el estatus que se quiera tener con la nueva pareja.
Íngrid es hija de padres divorciados, pero no cree que eso determine su posición frente al matrimonio. Sobre esto, Negrete afirma que si existiesen antecedentes familiares y personales de separaciones o divorcios, la persona puede tomar dos posturas: miedo al compromiso o, de lo contrario, tomar una actitud de confianza y creer en las segundas oportunidades.
Otro factor frecuente, anota la máster en terapia familiar Teresa Baquerizo, es que muchos no están completamente conscientes de lo que implica la convivencia. Dice que en numerosas ocasiones, incluso, se juntan cuando todavía no ha pasado ese momento de ilusión. Como se conocen muy poco, con la convivencia se corre el riesgo de que la relación acabe más rápido porque descubren aspectos íntimos que no les agrada de su pareja.
Christian Cordero, de 26 años, solo llevaba cuatro meses de noviazgo cuando comenzó a vivir con su enamorada. Cuenta que disfrutó mucho el compartir pero que poco a poco se fueron asfixiando porque perdieron los espacios individuales de cada uno. Baquerizo añade que ahora están menos dispuestos a sacrificarse por el otro, es decir, hay una tendencia al individualismo.
Esta tendencia precisamente se evidencia en el censo del INEC, que revela un crecimiento del 74,4% de hogares unipersonales, entre el 2001 y 2010. La socióloga Sierra afirma que la sociedad actual coloca al individuo como eje del desarrollo. La capacitación, competencia, el desarrollo personal ligado a la posibilidad productiva se convirtieron en las prioridades de los jóvenes. “Vivimos en la época del hedonismo, una época en la que el individuo es autocomplaciente en la posibilidad de su consumo individual”. Por eso cualquier compromiso significa una traba para su desarrollo. Las expectativas cambiaron, ya no son casarse y tener hijos sino enfocarse en los logros profesionales. Los medios también influencian para acentuar el concepto del éxito individual.
Ahora, hombres y mujeres eligen su espacio para tomar sus propias decisiones sin que nadie más interfiera. Esta tendencia de mudarse solo, sin embargo, está estrechamente ligada a los procesos económicos y al poder adquisitivo de cada persona, por eso Sierra afirma que se produce en los niveles socioeconómicos medio, medio-alto y alto.
Christian es guayaquileño pero vive en Quito desde hace dos años. Llegó por una oferta de trabajo temporal y luego decidió quedarse porque disfrutaba de su espacio propio. “Me encanta tener mi soledad, mi independencia, mi lugar con toque propio”. Confiesa que si regresaría a su ciudad, no volvería a vivir con su mamá sino que se mudaría solo. La terapista familiar Berta Farah explica que muchos padres no respetan la individualidad de sus hijos y no reconocen que ya tienen un criterio para manejar su vida. Con ella coincide Negrete, quien dice que ahora se van de casa para “liberarse” de sus padres.
Aunque Íngrid no vive sola sino con su enamorado, afirma que se considera independiente. Es la primera vez que vive con un novio pero confiesa que siempre había creído que es necesario convivir antes de tomar una decisión como la del matrimonio.
Puntos de vista
Fernando Rivera, 50 años casado
‘Se dejó de luchar para resolver los problemas’
Para que exista un matrimonio, lo principal es estar enamorado. Si uno se une por amor entonces le irá mejor pero si no se toma las cosas en
serio, le irá mal. Antes se divorciaban menos porque la mujer no estudiaba ni trabajaba y si se divorciaba no sabía qué hacer sola.
Además, una divorciada era mal vista. Ahora la mujer es más independiente por eso si algo va mal, solo se divorcian. Entonces buscar algo sólido y luchar hasta las últimas consecuencias ya no es una meta como antes.
Antes todo no era color de rosa pero uno sorteaba la circunstancia con el amor. Se perdonaban las cosas mutuamente, se buscaban soluciones a los problemas. Ahora pienso que no es así. La cosa se toma muy a la ligera.
Lellany Coll, sexóloga
‘Los roles de la mujer ya no son pasivos’
Las diferencias de roles de género cada vez son más marcadas. Antes el hombre era el que traía la comida a la casa y la mujer la que se encargaba del hogar. Esto se ha movido recientemente en Latinoamérica. La mujer ha dejado de ser el objeto dependiente manipulado en la relación de pareja.
Cada vez necesita menos de la relación dependiente, puede vivir sola y si quiere se une con un hombre pero no necesariamente que sea algo formal. Si no le conviene no hay problema porque se puede separar, ya no depende de él. Se siente mucho más libre con el control de su vida. Es un cambio positivo porque tiene más control, decide cómo quiere vivir su sexualidad.
http://www.elcomercio.com/sociedad/ecuatorianos-eligen-vivir-solos-casarse_0_564543597.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario