08-10-2011
Llegan a la Justicia casos donde uno de los progenitores evita la relación del menor con el restante. Una docente de la UBA disertó sobre las consecuencias psicológicas
La creciente conflictividad del ámbito familiar deriva en mayor judicialización de casos. Y obliga a modificar los abordajes porque los magistrados no siempre cuentan con las herramientas para resolver los complejos problemas sociales que reciben. Sobre uno de esos aspectos disertó en Cipolletti la psicóloga Susana Quiroga, docente de la Universidad de Buenos Aires.
Quiroga participó de las jornadas de psicología forense organizadas por la Cuarta Circunscripción para presentar el trabajo que encabeza en Buenos Aires sobre “revinculación en conflictos paterno-filiales”. La profesional lleva adelante una experiencia con el Poder Judicial bonaerense. “Hace cinco años comenzamos a recibir casos en los que uno de los progenitores impedía que el otro tenga contacto con sus hijos. Eso genera graves consecuencias en los niños y requiere de un abordaje interdisciplinario”, dijo.
Durante su presentación, constató que en la ciudad y el Alto Valle hay situaciones similares. Sin embargo, a nivel nacional no está aún definido como síndrome, por lo que no hay estadísticas oficiales.
“Lo que se da es que el padre o la madre impide que el otro tome contacto con ellos, por circunstancias generalmente banales. Es mayor la cantidad de madres, pero nosotros evitamos plantearlo como que hay uno que es bueno y el otro malo. Se debe estudiar cada caso profundamente”.
Proceso
“Los jueces hacían lo que podían, y luego cajoneaban los casos porque los códigos procesales los obligan a resolver rápido. Ahora comenzaron a derivar los casos para que haya un trabajo multisectorial e interdisciplinario. Nosotros trabajamos con los jueces y las escuelas, junto a asistentes sociales”, graficó la especialista.
Una vez recibida la denuncia del progenitor impedido de relacionarse con sus hijos, los jueces derivan el caso al cuerpo de psicólogos. “Son procesos largos, que pueden durar años porque nos enfrentamos a padres transgresores de la ley, que se niegan al tratamiento. Por eso no cualquier profesional puede abordar estos casos”, explicó.
Según la experiencia de Quiroga, “hay que ser muy firme y no temer a la agresión. Siempre hay humillaciones y son insultantes tanto del profesional como del otro padre. Son personas paranoides, que creen que siempre tienen razón”.
El trabajo requiere de numerosas entrevistas de los padres y los niños con los especialistas. La patología, cada vez más común, sin tratamiento deriva en la destrucción del vínculo parental y acarrea graves consecuencias para los menores de edad.
“Hemos tenido éxito en un 60 por ciento de los casos, logrando restablecer el vínculo. Para ello, el mayor apartado debe cumplir una serie de pasos” definidos por el equipo que lidera Quiroga, en base a la experiencia de trabajo.
Consecuencias
Además del impedimento de relacionarse con uno de sus progenitores, los niños reciben un “mensaje nocivo” en forma permanente. “Están enseñados para insultar. Les forman la idea de que el otro sujeto es peligroso”, afirmó.
Por ello “los hijos adquieren discursos que se nota que son de otro. Y hasta cuentan anécdotas de hechos no ocurridos".
El conflicto genera problemáticas mentales y de desarrollo, que son comunes a otras patologías. Manifiestan problemas de aprendizaje, conductas regresivas, empobrecimiento de sus habilidades sociales y de la capacidad de empatía (comprender a los otros). Son retraídos y suelen aislarse. “Podemos ´arreglar´ las relaciones, pero en la mente la situación tiene consecuencias a largo plazo”, concluyó Quiroga.
http://www.lmcipolletti.com.ar/noticias/2011/10/8/37595.php
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