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jueves, 14 de enero de 2010

Corrección incorrecta



El Fiscal Jefe de la Audiencia de Málaga niega que haya denuncias falsas por violencia de género: “lo único verdadero son las muertes y las agresiones que sufren las mujeres, y el hecho probado es que las han ejecutado hombres”. Sin embargo, las denuncias falsas sí existen; así que ese es un escapismo dialéctico de lo más elocuente. Sin duda se trataba de evitar una cuestión incómoda. Las denuncias falsas constituyen un tema ‘políticamente incorrecto’, un debate silenciado por la doctrina oficial del laboratorio sociopolítico de la izquierda; y sobre todo tras la áspera polémica provocada por un juez montaraz de Sevilla que, con retórica de brocha gorda, atribuyó a la «dictadura del feminismo radical» la puesta en funcionamiento de la ley integral contra la violencia de género que ha provocado que «miles de hombres hayan sido detenidos por el hecho de serlo». Antes que correr el riesgo de ser identificado con ese paladín de la carcundia, casi cualquiera prefiere evitar el debate. El problema es el efecto colateral: se está negando que existe algo que sí existe. Las denuncias falsas no son un mito ficticio.

El fiscal Jefe de Málaga es un hombre culto, sereno, y de una prudencia vaticana tan esmerada que a veces le priva de la valentía intelectual. El treinta por ciento de las denuncias de violencia de género son absolutorias y esto significa, aunque no se pueda distinguir entre falsas o infundadas, que el problema existe. ¿Y cuántos inocentes son condenados? Resulta más confortable negar que existan las denuncias falsas que adentrarse en esa polémica tan espinosa. Se ha impuesto, en cambio, un planteamiento dogmático: ‘o estás con la ley de violencia de género o estás contra la ley’. Y no es eso. La violencia de género representa un drama sin matices: miles de mujeres que viven cotidianamente en un régimen espantoso de terror doméstico anónimo, sometidas a la dictadura arbitraria de la violencia, con la dignidad machacada. Eso no está cuestión al plantear las denuncias falsas como efecto colateral de una Ley con imperfecciones. De hecho ya hay suficiente documentación sobre la estratagema de las denuncias falsas para tomar ventaja en la guardia y custodia o el uso de la vivienda, o simplemente para resolver disputas familiares de igual a igual. Y las víctimas de este abuso, aunque estadísticamente sea minoritario, están abandonados por el sistema. Incluso se niega que existan; o se les declara, según la doctrina impuesta desde el Gobierno, como “un coste que se puede asumir”. Qué cosas. Ese es otro carpetazo a Montesquieu para olvidar que el imperio de la ley no puede crecer aceptando con toda naturalidad que se castigue a un porcentaje de inocentes.

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