11, septiembre, 2009
LO QUE HAY JOSÉ M. CLAR FERNÁNDEZ
LA LEY Orgánica 1/2004, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, concede una serie de ventajas a un colectivo que sufre discriminación estructural con el fin de paliar esa situación de inferioridad que sufre la mujer por parte del hombre. Ley que, sin embargo, trae consigo una gran polémica porque es claramente desigual y discriminatoria al establecer diferencias penales entre el hombre maltratado y la mujer maltratada.
Es cierto que son muchas las mujeres maltratadas, golpeadas, heridas y muertas. Y aunque en medio de esta avalancha la violencia sobre el hombre parece ser pura anécdota, existe también, y hay que reaccionar frente a ella denunciando los casos que se presenten.
Efectivamente. Tal como recoge el informe emitido por el Consejo General del Poder Judicial, la violencia doméstica que padecen los hombres experimentó el pasado año 2008 un aumento del 9,5% respecto a 2007, lo que supone que el 24,6% de las víctimas de este tipo de violencia fueron hombres. Aunque, como veremos, estos datos no reflejan la triste realidad actual.
La violencia hacia el varón, a diferencia de la violencia contra la mujer, no ha sido objeto de la misma preocupación por parte de organismos estatales e internacionales. El principal motivo para ello es la evidente desproporción entre una y otra, siendo la violencia contra las mujeres causa de maltrato y asesinato de miles de mujeres en todo el mundo; por lo que hace a los hombres que sufren de maltrato más susceptibles al abandono y a la incomprensión social.
Por lo general, los hombres víctimas de sus mujeres no se atreven a decir a ninguno de los miembros de su familia o a los amigos la situación por la que están pasando, y en el caso de haber sufrido lesiones suelen dar las explicaciones más increíbles, incluso cuando son atendidos en los hospitales o en la consulta privada de un médico. Temen las humillaciones y el estigma. ¿Por qué? Porque en una sociedad como la española si los hombres manifiestan incidentes de abuso y violencia con su pareja la gente responde con incredulidad, bromas o mofa, tratándole de ser una desviación del rol masculino.
Normalmente, los casos de violencia o maltrato del hombre por parte de la mujer no suelen trascender a los medios de comunicación ni a los juzgados, porque poca gente está dispuesta a hablar de este tema, incluso otros se ríen ante la imagen de un hombre que es víctima de maltrato por parte de su pareja.
La idea de que el varón podría ser víctima de abuso y violencia doméstica parece tan increíble para la mayoría de las personas que muchos hombres ni siquiera intentan divulgar su condición de víctima. Si se da a conocer la situación, más de uno lo comenta como una novedad o con cinismo y burla, tanto por sus padres como por sus amigos, incluso por quienes investigan la situación. Motivo por lo que las estadísticas no reflejan fielmente los casos existentes.
Desgraciadamente, aún en nuestros días, los mitos y prejuicios prevalecen dentro de la sociedad. Se siguen adjudicando características y roles que tanto el hombre como la mujer deben desempeñar dentro de las relaciones de pareja: la mujer es el "sexo débil" -dada a la ternura y emocionalidad, es vulnerable y necesitada de amparo y protección-. El hombre, en cambio, es el "sexo fuerte", el "macho" -enérgico, valiente, competitivo, callado, invulnerable a la ternura y a la emocionalidad y protector del más débil-. Pese a este rol varonil, el hombre también puede ser agredido física, psicológica, emocional, económica y hasta sexualmente.
Esta problemática que sí existe -aunque no en el mismo porcentaje alarmante de la víctima mujer-, no es nueva, pero en los últimos años se está haciendo más evidente, sin duda debido a la protección que la ley otorga a las mujeres que denuncian maltrato por parte de sus parejas y al escaso amparo que recibe el hombre ante hechos similares.
El tipo de violencia más generalizado es la psicológica. Las víctimas pueden mostrar ansiedad y desasosiego permanente, depresión y descontrol emocional, deterioro de la autoestima, dificultades para establecer relaciones interpersonales duraderas, disminución de sus posibilidades intelectuales y de su capacidad de trabajo e incapacidad para asumir los cambios de vida de manera apropiada y/o pérdida de deseos e interés. Y esto es igual en las mujeres que en los hombres, por lo que la ley no debe distinguir entre unas y otros.
http://www.eldia.es/2009-09-10/CRITERIOS/23-Hombres-maltratados.htm
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