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lunes, 1 de marzo de 2010

Abuelos a tiempo parcial

SUS HIJOS SE HAN SEPARADO "POR LAS MALAS" Y AHORA ELLOS TIENEN CRONOMETRADAS LAS VISITAS A SUS NIETOS
ARANTZA RODRÍGUEZ - Domingo, 28 de Febrero de 2010 

Mari Luz Martín Abuela de dos niños de 6 y 9 años francisca amparo Abuela de una niña de 10 años Consuelo Linares Abuela de una niña de 8 meses
BILBAO
PACA ha debido de estar a puntito de deshidratarse de tanto llorar. "No hay dinero para pagar lo que yo he sufrido", sentencia. Un hijo encarcelado injustamente. Una nieta arrancada de sus faldas. Paca tiene razón. No hay dinero. Menos mal que la pequeña endulza su amargura cada quince días. "Mi niña me quita todas las penas", afirma. Más que los antidepresivos. Es nombrarla y se le dibuja una sonrisa. Con su recuerdo alimenta el alma hasta que llega la siguiente cita. "Yo quisiera tenerla conmigo, pero le digo, sea como sea tu madre, la tienes que querer porque es tu madre, cariño. El día de mañana tú decidirás lo que quieres hacer. ¿Y sabes qué me dice? Que por qué cuando sus padres se separaron nadie le preguntó con quién quería estar". Paca no sabe qué responder.
Además de confidencias y amor incondicional, abuela y nieta comparten un mismo sueño, poder pasar más tiempo juntas sin tener que estar pendientes del reloj. "Yo soy partidaria de la custodia compartida y la niña también. Me dice: Abuela, yo veo bien la mitad con mamá y la mitad con papá. Ella sabe que lo estoy pidiendo y está encantada. Le digo: Hija, ¿te parece bien que salga? Sí, abuela. Es que a algunas niñas igual no les parece bien. Porque son tontas, abuela, a mí me parece muy bien que tú vayas a luchar por mí". Al igual que Paca, también batallan por disfrutar de sus nietos lo mismo que los abuelos maternos Mari Luz y Santi y Consuelo y Francisco, dos matrimonios distanciados de los niños de sus ojos por procesos de separación cargados de sinrazón y dolor.
MARI LUZ MARTÍN Y SANTI ANGULO
"Te dicen: "Jo, me quiero quedar con vosotros". ¿Quién sufre?"
Una denuncia falsa de malos tratos contra su hijo. Amenazas. Desencuentros. "Un desastre", sintetizan. Mari Luz y Santi han pasado lo peor. "De lo malo malo ahora vemos a los nietos cada quince días", se consuelan. Pero no se resignan. "Mi hijo ha cuidado a los niños, les ha bañado, les ha llevado al colegio, les ha dado de comer... ¿Por qué tienen que estar más tiempo con su madre que con él? Yo no lo entiendo. ¿Cómo se han hecho los niños? ¿No se han hecho con dos? Pues que estén con los dos", clama Mari Luz.
Si hay algo más triste que un parque infantil en un día lluvioso son unos abuelos sin nietos a los que columpiar en él. Los fines de semana se pasan volando y a las visitas de los martes y jueves han renunciado para evitarles a los pequeños el sufrimiento de las despedidas. "Les ha metido a hacer extraescolares justo los días que nos toca ir. Salen del colegio a las seis menos cuarto o siete y a las siete y media los tenemos que llevar a casa. Si los niños te dicen: Jo, que yo no quiero ir, que me quiero quedar con vosotros. ¿Quién sufre? ¿Quién mira por esos niños? ¿Los servicios sociales? Nanay de la China. Por los niños no mira nadie, ni los servicios sociales ni los psicólogos ni los jueces ni los políticos. No hay más que intereses creados. Las madres se quedan con el piso, con todo... Hasta con los hijos", se le hincha a Mari Luz la vena reivindicativa. "Para que no sufran ni los niños ni nosotros, no vamos, porque los niños lo único que hacen es pasarlo mal", explica. Atento a la conversación, su marido, Santi, da fe de ese mal trago. "Cuando peor lo pasan es cuando les toca marchar. Les llevamos los lunes por la mañana al colegio. Ya no os veo hasta dentro de quince días. Ahí lo pasan mal. Por lo demás, estupendo", matiza.
Con seis y nueve años, los críos apenas aciertan a comprender por qué se cronometran sus idas y venidas. "El mayor lo entiende hasta cierto punto. El pequeño, menos", dice la abuela. "Lo que no quiere es marcharse", subraya su marido. "Date cuenta de que se ha criado con nosotros y es muy duro que te lo quiten así", llora en palabras Mari Luz, quien se siente "abuela de segunda". "Los abuelos de primera son los padres de ella, no porque tengan más categoría, sino porque tienen más opción de estar con sus nietos que nosotros". Lejos de echar de menos colmarles de caprichos, que también, lo que más anhelan quienes ejercen de abuelos con cuentagotas es pura cotidianidad. "Para mí es muy grave y muy triste que ni nosotros ni su aita podamos llevarles a unas clases particulares de inglés, a hacer deporte o a un médico. ¿Cuándo voy a llevar a los niños, un sábado, un domingo, cuándo les llevo?".
Mari Luz mira atrás, piensa en los padres que cambian pañales hoy día y compara. "Cuando yo tuve a mis hijos, a los hombres les daba vergüenza ir con un carrito por la calle y resulta que ahora que hacen de todo, algo impensable hace cuarenta años, no les quieren dejar a los niños. Es totalmente contradictorio", remacha. La falta de acuerdospor las buenas que hagan más soportables las traumáticas separaciones la achaca al rencor. "No miran por los niños, sólo miran por el odio al que han echado de casa".
Separados de unos niños con los que han llegado a vivir dos meses seguidos, estos abuelos recuerdan que ellos no son los únicosdamnificados por esta rotura de relaciones. "Tengo más nietos", dice Mari Luz y lo prueba, como buena abuela que es, con una foto que llena de vida su cartera. "Éstos están como locos para ir con los primos, porque se han criado juntos. Están deseando estar los unos con los otros".
FRANCISCA AMPARO
"Lo he pasado muy mal y la niña, pobrecita, también"
Ha perdido sus ahorros y, lo que es mucho peor, la salud en un arduo proceso de separación, salpicado de denuncias falsas y sinsentidos, que culminó con su hijo preso cuarenta días. "Me avisó de que lo había denunciado por malos tratos. ¿Ha pasado algo, hijo? No, ama. Cuando el abogado me dijo que se lo llevaban a Basauri, creí que me moría, y sigo en tratamiento, estoy tomando antidepresivos. De la cabeza no se me quita un solo segundo". Es cierto. No se le quita. A cada poco, lo vuelve a padecer de viva voz. "En mi familia nunca nos habíamos visto en algo así. Si ha pasado, merece su castigo, pero es muy duro tener que ir allí cuando yo sabía fijo que era mentira lo que ella decía". La justicia vino a darle a Paca la razón.
Generosa hasta rozar la santidad -crió a su nieta hasta los cinco años, buscó trabajo a su nuera, les costeó los gastos y les dejó un piso- a Paca le han pagado una y otra vez los favores con moneda falsa. Pero ni siquiera cuando más le ha dolido la traición ha dejado de ofrecerse para que reinara la paz. Incluso estando su hijo en la cárcel, herida en lo más profundo, hizo de tripas corazón, todo sea por su nieta del alma, y tendió su mano. Otra vez. La retiró mordida. "Bastante paciencia tuve cuando mi hijo estaba preso y le dije a ella que arregláramos las cosas porque la niña viera buen ambiente entre las dos partes, que yo la ayudaría. En vez de eso, lo volvió a denunciar". Su hijo ganó el juicio y Paca, por fin, puso un punto y final en su desmedida bondad.
A la espera del convenio regulador, su nieta estuvo sin ver a su padre siete meses. Su abuela, en cambio, iba a la puerta del colegio todos los días. "La niña lloraba porque se quería venir conmigo y su madre no la dejaba". Ahora que la pequeña vive en Tolosa, la ve menos de lo que le gustaría. "Lo he pasado muy mal y la niña, pobrecita, también porque la sacó de su ambiente, de su colegio, de sus amiguitas. Me dice: Abuela, yo no me quería ir, pero mi madre llora y yo tampoco quiero que sufra. Y yo le digo: Hija, si quieres venirte, te acogemos con los brazos abiertos, ya sabes que la abuela te quiere mucho. Su padre esperará a lo que la niña decida".
Cómplices -"me cuenta cosas de los niños del colegio"-, abuela y nieta se "adoran" cada quince días y la mitad de las vacaciones. "La llevo a La Rioja y allí la goza. Tengo una habitación con dos camitas y me dice: Una noche me acuesto con papá y otra noche contigo, abuela. Su padre la ha llevado a Disney. No ha vuelto a salir ni a bailes ni a fiestas. Me ayuda algo económicamente y yo me ocupo de que a la niña no le falte un detalle. Es la única que tengo y me gusta hacerle trapitos. Ya no quiere porque se va haciendo mayor, se prueba por ahí y prefiere eso mejor que vestidos, pero de pequeñita la he tenido preciosa".
CONSUELO LINARES Y JAVIER URRUTIA
"No es justo que los otros abuelos la disfruten a diario"
Resulta difícil de entender, pero Consuelo dice que disfruta más ahora de su nieta de ocho meses que antes de que su hijo se separase. "Cuando nació la niña ella no me dejaba ni cogerla, que si le daba calor, que si le dolía la tripa... Y eso que vivían en casa de mis padres". Diferencias familiares y un problema económico hicieron estallar la relación. "Cogió un martes y trece de octubre y se fue. Todavía no han llegado a un convenio", compila esta abuela, a la que las dos horas de nieta que le corresponden miércoles y jueves le saben a poco. "No es justo que los otros abuelos la disfruten todos los días y yo tenga que emplear las dos horas que me la dejan en darle de merendar. No me da tiempo ni de llevarla al parque".
Partidarios de la custodia compartida -"es un beneficio para la niña y para los demás", defiende Javier- estos abuelos temen que la aparten de sus vidas. "Si el día de mañana ella tiene otra pareja, se marchan y se llevan a la niña, a ver qué pasa. Hasta 900 kilómetros se puede ir". De mientras, la disfrutan. "Conmigo está contenta, pero a la abuela la busca con la cabeza, a ver dónde anda. Le tengo que decir: Consuelo que te está mirando. Le hace algo y se parte de risa. A mí se me cae la baba".
GENOVEVA SÁENZ Y PEDRO BAJO
"No sabemos dónde vive nuestro nieto ni con quién"
Al borde de la desesperación, Genoveva y Pedro cuentan, desde Barcelona, los días que han pasado desde que vieron a su nieto, de tres años y medio, por última vez. Ya han arrancado cuatro meses al calendario. "Estamos como locos con el niño y tener que dejar de verlo de golpe y porrazo", se duelen. El embrollado proceso judicial en el que está envuelto su hijo, preso en Martutene por un robo, augura una lenta resolución a este drama familiar, con la droga como telón de fondo.
Cansados de tener que rogar para poder abrazar a su nieto, se han armado de valor y han presentado una demanda, admitida a trámite, para obtener las visitas que, como abuelos, les corresponden por ley. "No sabemos dónde vive nuestro nieto ni con quién. Estamos con un desespero y una impotencia... Como la justicia es tan lenta...", se quejan.
Comienza a chispear. Los abuelos huyen de la melancolía que emana el parque, desierto. Pero Paca no termina de marchar. Abre su paraguas. Sus ojillos, bañados en llanto mil y una noches de desvelo, centellean. "Mi nieta es muy cariñosa. Se tumba a mi lado y me dice:Abuela, ráscame la espalda. Que te la rasque tu madre. No, ráscamela tú, abuela, que mi madre no me la rasca".

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