He vuelto a leer las páginas que Ivon Dallaire en su libro: Homme et fier de l’être(Éditions Options Santé, 2001) dedica al suicidio y entresaco de ellas algunos de párrafos como cuando dice: "que al contrario que las mujeres que utilizan el suicidio como una llamada de socorro, el hombre que decide suicidarse quiere realmente morir".
O cuando recoge la opinión de Laurent Garneau, responsable del Centro de Prevención del suicidio de la región de Saguenay-Lac-St-Jean, según el cual “la elevada tasa de suicidios se debe a diferentes factores, entre los que se encuentran, la ausencia de modelos masculinos fuertes lo que hace difícil la adquisición del rol masculino, la presencia de prejuicios muy negativos contra los hombres, el desconocimiento de sus propias señales de peligro y la dependencia afectiva de numerosos hombres en relación con su mujer en lo relativo a su salud, sus necesidades de ayuda y su vida social en general”
También cuando dice, luego de analizar las múltiples causas vinculadas con la edad,
“Una sola causa no tiene nada que ver con la edad: las penas de amor. Sean vividas como rechazo en el caso del joven, como un divorcio o separación en el caso del hombre maduro o como viudez en el caso del hombre mayor, el aislamiento y la soledad que siguen a una pérdida interpersonal constituye siempre una causa potencial de suicidio…” “En efecto, según diferentes estudios, los hombres divorciados y los viudos se suicidan en una proporción de tres a seis veces superior a la de los hombres casados“. “La diferencia es mucho menos entre las mujeres casadas y divorciadas porque son las mujeres quienes mantienen la guardia y custodia de los hijos después del divorcio, lo que constituye un factor protector contra el suicidio”
En fin, un relato donde se pone de manifiesto la mayor incapacidad del hombre para afrontar este tipo de situaciones; incapacidad derivada en buena medida de una forma de asumir la masculinidad que considera toda demanda de ayuda como un signo de debilidad, y se manifiesta en forma de una menor atención a la propia salud y vida íntima, hasta el punto de renunciar a la visita al médico o a comentar su problema con los que le son más próximos.
Es por ello que la información suministrada por Pilar Sáiz y otros psiquiatras participantes en el XIII Congreso Nacional de Psiquiatría, en relación con lo que está pasando en España, tiene una gran importancia por cuanto viene a corroborar lo que ya es sabido desde hace muchos años y que fragmentariamente hemos ido recogiendo en bitácoras como ésta y otras muchas que militan en la crítica a la Perspectiva de Género y el fundamentalismo feminista y que, podría resumirse en que para ese feminismo el fracaso y el dolor masculino cuando más invisible mejor mientras que, por el contrario, el dolor de las mujeres lo debe ocupar todo.
¿Cómo, sino, se podría mantener la ficción de una sociedad patriarcal hecha por y para los hombres y contra las mujeres? Una sociedad donde el verdugo lleva nombre de varón y la víctima de mujer, una sociedad donde el hecho de nacer niño te haría acreedor a inmensos privilegios y donde nacer niña te condenaría a perpetuidad a una posición subordinada. ¿Cómo hacer compatible ese tipo de sociedad con el enorme fracaso escolar masculino, con la práctica totalidad de los accidentes laborales, con una tasa de suicidio que multiplica por más de tres la de las mujeres, con el varón como perfil predominante del pobre y el vagabundo, con los 8 años menos de esperanza de vida, con la incapacidad para pedir auxilio y atención porque no se ha nacido para eso, o con unas cárceles llenas de varones?
Difícilmente se puede atribuir a casualidad que los medios hayan incurrido en el gravísimo error de confundir la no publicación de cada muerte por suicidio para evitar el efecto contagio con el silenciamiento de un gravísimo problema de salud que afecta a todos, como tampoco se entiende la inexistencia de una Estrategia de Salud Mental, incluso que la propia información derivada del Congreso y presentada por los propios ponentes haya sido reducida a la mínima expresión. Tengo para mí, y esto ya sólo responde a mi convicción, que si los términos en que este gravísimo problema afecta a hombres y mujeres estuvieran invertidos no sería necesario estar reclamando a estas alturas un plan de actuación y otra actitud por parte de los medios, máxime si tenemos en cuenta que ambas cosas podrían salvar muchas vidas ya que, como dice el doctor Marín, no sólo la familia sino el quiosquero o el camarero pueden ser de gran ayuda para poner al presunto suicida en manos de psiquiatra.
http://personasnogenero.blogspot.com/2009/10/suicidio-y-genero.html
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